La graduación de la Misión Robinsón es un momento privilegiado para aquellas personas que fueron olvidadas por los antiguos programas de educación. Hoy, en el barrio 23 de Enero, 20 personas del primer nivel se están graduando. Una alegría contagiosa llena la sala y se ven sonrisas en todas las caras!
Un sol radiante ilumina el barrio 23 de Enero, los vendedores de calle interpelan a los peatones para proponerles frutos y verduras, cachapas (panqueca de maíz) y arepas (pan de harina de maíz), olor y color…
El 23 de enero es un barrio popular de Caracas, donde se elevan inmensos bloques decrépitos que parecen extenderse hasta el infinito.
Aquí, estamos en tierra chavista. Antes de obtener esta confirmación por la voz de aquéllos que la habitan, los muros del 23 hablan por ellos. Se ven los retratos de Bolívar, de Zamora…y también los de Carlos Marx y de Manuelita Sanz. Los textos son evidencia de ello: ¡Viva Chávez! ¡Vota NO! (en referencia al referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004, votar NO era votar en contra de la revocación del Presidente Chávez) ¡Con Chávez manda el pueblo!
Este viernes, en la biblioteca La Cañada, en el corazón de este barrio, es la graduación de la Misión Robinson I.
La Misión Robinson (homenaje a Simón Rodríguez, profesor de Simón Bolívar, quien asumió el seudónimo de Samuel Robinson durante la lucha de independencia) es un programa gubernamental de alfabetización. Está compuesto en tres niveles, el primer nivel es para todas las personas que fueron olvidadas por los programas de educación de los gobiernos anteriores.
En ocho meses, la Misión Robinson ha alfabetizado a 1.3 millones personas a lo largo del país, haciendo bajar la tasa de analfabetismo de 8.4% a 0.4%. Es decir, menos que la tasa de analfabetismo reconocida por la UNESCO.
En una de las salas de la biblioteca, una veintena de personas espera la entrega del maná. La mayoría, de estas personas, son de tercera edad. Se lee la alegría y el orgullo en los pliegues de sus arrugas. Hace tres meses, no sabían ni leer ni escribir, hoy día, son oficialmente reconocidos como alfabetas.
“Por fin puedo ayudar a mis nietos” me confía William. Repartir el saber, repartir este tesoro demasiado importante para ser conservado celosamente…
Que este saber sea importante, todos los participantes de la Misión Robinson lo saben, ellos han esperado mucho tiempo antes de poseerlo.
La Coordinadora de la Misión Robinson para el 23 de enero, Yaritza Mota, les advierte introduciendo la ceremonia: “No paren de leer, si no perderán todo lo que han aprendido, tienen que inscribirse en la Misión Robinson II para seguir profundizando sus conocimientos”.
La simple evocación de esta posible pérdida, quita la sonrisa de las personas presentes. En cifras, el 95% de los 798 participantes de la Misión Robinson I, en este sector del barrio, deciden profundizar su conocimiento y continuar el aprendizaje del segundo nivel.
Por fin, viene el momento tan esperado. A cada llamada sucesiva de su nombre, se levantan, rodeados de aplausos, para ir a buscar el diploma del Ministerio de Educación y Deportes y la “biblioteca familiar”.
Esta biblioteca familiar es una caja de veinte libros, la cual es entregada a cada participante. Como estos textos son impresos en Cuba, la oposición venezolana ha denunciado que es propaganda castrista para adoctrinar una parte de la población venezolana. Esta reacción de la oposición, nos ayuda a determinar la distancia que existe entre los críticos de la Misión Robinson y los participantes de este proyecto social.
María, diploma en mano, está hojeando las obras que le regalaron. ¡Cómo María acaba de aprender a leer, no sabe todavía que El Principito es una obra de propaganda castrista o que Honore de Balzac fue uno de los precursores ideológicos de la Revolución de 1959!!
« Los libros no son muy hermosos”(la calidad del papel es la misma que emplean los periódicos impresos), afirmó Yaritza Mota a los alumnos, “pero saben, lo que importa de un libro, no es ni su forma ni su hermosura, lo que importa es el contenido”.
La sonrisa de Celsa describe la alegría que está sentido hoy. “Yo nunca he podido ir a la escuela, yo y mi familia fuimos pobres y tenía que ir a trabajar muy temprano con mi madre para ganarme la vida”. Celsa, que podría ser mi abuela, me susurra: « joven, sabes, hoy digo gracias, de todo mi corazón, a mi Presidente Hugo Chávez quien me permitió aprender a leer”.
Si Chávez y su gobierno abrieron brechas para esta posibilidad fue, sobretodo, el pueblo de los barrios quien permitió su realización práctica. Las organizaciones de base aseguraron la promoción de la misión de alfabetización, contactando a las personas de puerta en puerta y buscando un lugar para impartir los cursos. Los profesores ofrecieron, voluntariamente, su tiempo libre para enseñar de noche.
El método de alfabetización Yo, sí puedo – técnica cubana reconocida por la UNESCO por su eficacia – utiliza la herramienta de la imagen. Debido ello, tuvieron que encontrar televisores y aparatos de vídeos para poder empezar las clases.
Si hoy, tantas personas han realizado su sueño, se debe tanto al gobierno como a la efervescencia de las organizaciones populares, que han sabido apropiarse esta suerte institucional. Por eso, Yaritza nos declara “no somos únicamente profesores sino luchadores sociales”.
Después de brindar para cerrar el día, una mujer se acerca a mí y me dice “¿Joven puedes escribirme tu nombre?” ¡Yo lo hago con muchas ganas, y luego un segundo me pregunta la misma cosa, luego un tercero y un cuarto! Me di cuenta entonces de la sed de leer que mueve a estas personas. Estos signos que componen mi nombre ya no son dibujos extraños, desde ahora tienen sentido. Los nuevos graduados de la Misión Robinsón tienen en común esta pasión de querer descifrar hasta a la última letra.
Con Ramón y Luís hago un intercambio de nombres, yo les doy el mío y ellos me regalan el suyo. Con una mano febril pero con un espíritu resuelto y determinado, ellos realizan este gesto que no podían pretender hacer tan sólo hace tres meses.